Los micro plásticos están presentes en agua, aire, suelo y alimentos

Un estudio reciente señala que en promedio una persona podría ingerir aproximadamente 5 gramos de plástico cada semana, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito.

El análisis “Naturaleza sin plástico: evaluación de la ingestión humana de plásticos presentes en la naturaleza”, elaborado por Dalberg, basado en un estudio solicitado por WWF y realizado por la Universidad de Newcastle, Australia, sugiere que las personas están consumiendo alrededor de 2,000 pequeñas piezas de plástico cada semana. Eso equivale a aproximadamente 21 gramos al mes, poco más de 250 gramos al año.

Esas partículas pueden ser microplásticos que son las de menos de 5 mm, microperlas de menos de 1 mm o nanoplásticos que son aún más pequeños y pueden penetrar la piel humana. Incluso escapan a la filtración que realizan las plantas de tratamiento de aguas residuales, por lo que llegan directamente a las fuentes de agua.

Un estudio reciente citado por WWF examinó agua embotellada de 11 marcas diferentes provenientes de nueve países y encontró contaminación por micropartículas plásticas en el 93 por ciento de las botellas. Las consecuencias en la salud aún están por determinarse pues se necesita más investigación médica, pero algo deberíamos hacer para evitar que el plástico entre a nuestros cuerpos.

¿Qué hacer frente a esta contaminación invisible?

Exigir a la industria que sus productos estén libres de plástico y dejar de usarlos. La página https://www.beatthemicrobead.org/ ofrece una guía para fijarse en los productos que contienen ingredientes microplásticos tales como: polietileno (PE), metacrilato de polimetilo (PMMA), nylon, tereftalato de polietileno (PET) y polipropileno (PP).

Otra solución es reemplazar los habituales productos de aseo y cosméticos por alternativas amigables con el ambiente. Por ejemplo, si deseas exfoliar tu rostro, ¿por qué no recurrir a las recetas de las abuelas como preparar una mezcla de miel y azúcar?

También podrías usar y reusar la copa menstrual en lugar de comprar paquetes de toallas higiénicas, o regresar a la costumbre de los pañales de tela para evitar el desperdicio de cientos de pañales desechables.

Consecuencias de los microplásticos

Como hemos visto, la presencia de estos compuestos sigue en auge, afectando a la vida marina, y por ende a todo el ecosistema planetario, convirtiéndose en un problema de salud pública.

Algunos plásticos de mayor tamaño provocan la muerte por asfixia o atragantamiento en animales marinos que los ingieren sin darse cuenta. Pero el auténtico problema son los microplásticos, que alteran la calidad de las aguas, estas aguas son absorbidas por plantas y animales y, finalmente, llegan a la cadena alimentaria humana a través de los alimentos que consumimos.

Así, un estudio del Instituto de Investigación Marina Algalita, concluye que el 35% de los peces que pescamos tienen una media de una o dos piezas de plástico en sus estómagos. Estos datos se unen a los ya citados de Greenpeace, que ratifican que los microplásticos se están incorporando a la cadena alimentaria. Además, estos plásticos tienen la capacidad de atraer sustancias químicas y de liberarlas, lo que les convierte en una potencial bomba tóxica.

Existen datos inquietantes. Por ejemplo, un análisis de diversas aguas de grifo de distintas ciudades del mundo reveló que el 83% de las muestras estaban contaminadas con microplásticos. Para este estudio se recogieron muestras de agua potable en 159 lugares, desde EEUU a Ecuador pasando por la India, Europa e Indonesia.

Pero no sólo el agua de grifo contiene estos productos, las aguas embotelladas también muestran presencia de microplásticos. Una investigación de Orb Media analizó el agua de 259 botellas de marcas como Evian o Nestle Pure Life y concluyó que el 93% de las mismas contenían microplásticos.

Esta misma organización concluyó que una persona normal puede llegar a consumir hasta 14 partículas de microplástico al día, pues no solo se encuentran en el agua potable, sino también en el pescado, la cerveza, sal marina, y todo producto que tenga contacto con el agua.

Los científicos desconocen el alcance para la salud humana de estos compuestos, ya que se trata de un fenómeno relativamente reciente, pero es indudable que pueden tener consecuencias en toda la cadena trófica, de la que los humanos formamos parte.

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