Primeros profesionales en la belleza “kosmetés”

La cosmética y el cuidado personal llevan muchos años de historia. El ser humano desde siempre ha querido mejorar su aspecto, según los cánones estéticos vigentes en ese momento.

Los antiguos egipcios empezaron a generalizar el uso del maquillaje. Así, por ejemplo, fueron los primeros en pintarse los labios, mediante compuestos con óxido de hierro y ocre rojo. Entre los restos arqueológicos de las tumbas se han encontrado numerosos jarrones con ungüentos. Las mujeres egipcias, por lo general, utilizaban cremas que mantenían la dermis fina y tersa y la protegían de la sequedad propia del clima de la zona. También frotaban su piel con arena del desierto: de alguna manera practicaban la dermoabrasión. Cleopatra, por ejemplo, se bañaba en leche de burra con miel para cuidar su piel.

Uno de los primeros cosméticos de la historia fue el aceite de oliva. Las civilizaciones mediterráneas usaban el oro líquido como base para ungüentos, para hidratar la piel, abrillantar cabellos y realizar masajes terapéuticos. En cuanto a maquillaje se refiere, la estrella de la época, por así decirlo, era el kohl, una máscara a base antimonio y hollín, que las egipcias aplicaban en los ojos. Según los cánones estéticos de la época, los ojos debían ir pintados de color negro y verde. También se marcaban con el azul las venas de la frente y de las manos. Para disimular las arrugas, se empleaban cremas con pulpa de albaricoque, polvo de harina y productos a base de conchas de caracoles.

Isabelle Bardiès-Fronty, investigadora francesa y conservadora del Museo de Cluny, sostiene que en el antiguo Egipto el cuidado de uno mismo era una práctica común y que no era para nada elitista. De hecho, se han encontrado productos de distinta calidad en las tumbas. La cosmética era un hábito extendido a todas las clases. Además, servía para protegerse del sol y de las infecciones. Según Christian Amatore, químico de la Escuela Normal Superior de la Universidad Pierre y Marie Curie de París, está comprobado que “el maquillaje negro de los egipcios servía para resistir a la contaminación bacteriana”.

En la sociedad grecorromana aparecieron los primeros “kosmetés” o personas que se dedicaban profesionalmente a la belleza?!. Con el inicio de la Edad Media surgió la moda de los rostros pálidos que perdurará prácticamente hasta el siglo XX. Los rostros de porcelana eran símbolo de poder económico, por lo que las mujeres no dudaban en blanquear su tez. 

Los kosmetés –la palabra significa que pone en orden, que adorna–, profesionales dedicados al cuidado y la belleza corporal. 

Durante el Barroco en España se comercializaba el “Color de Granada”, que se vendía en hojas de papel y se conservaba en las denominadas “salserillas”, recipientes pequeños y con poco fondo. En Francia el colorete se vendía seco o líquido, y para su fabricación se utilizaban componentes químicos nocivos para la salud, como el plomo o el mercurio. A pesar de provocar fuertes dolores de cabeza y problemas en la vista y en la piel, se calcula que las mujeres francesas compraban alrededor de dos millones de coloretes al año.

Sin embargo, el colorete tal y como lo conocemos hoy en día no apareció hasta 1863. Fue en París, de la mano de Jose-Albert Ponsin. Este amante de la belleza decidió poner fin a las barras de crema que utilizaban los actores y crear el primer colorete en polvo, cuya receta pasaría posteriormente a Alexandre-Napoleon Bourjois.

Otra vuelta de tuerca en cuanto a hábitos y costumbres se produce a principios del siglo XIX. Tras la Revolución Francesa, el maquillaje se dejó de usar de manera ostentosa (ya que se asociaba demasiado a la nobleza, la clase social que los burgueses pretendían derrocar). La reina Victoria de Inglaterra, que impuso una moral rígida en la sociedad británica, declaró el maquillaje como algo “descortés”. En la época victoriana los hombres dejaron de maquillarse y las mujeres solamente pasaron a utilizar un leve toque de colorete, que era lo propio para las señoras respetables. De hecho, salvo estas excepciones, el colorete casi desapareció en el siglo XIX. Revelador, en este sentido, es el origen de la palabra maquillar, que empezó a utilizarse en España en esa época: procede de una jerga teatral francesa para referirse a la caracterización de los actores (por cierto, en inglés, se dice make up: algo que evoca a la construcción, a la fabricación).



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